Chester...

Les presento a Chester, mi negrito peludo y consentido...

Sólo quien ha tenido mascotas, y especialmente perros, sabe lo especial que estos animalitos pueden ser...

Llegar a casa y ver a una negra bola de pelos batir el tuquito de cola que tiene y brincar, saltar, correr, llorar y ladrar de la emoción es algo parecido a lo de las tarjetas master card: no tiene precio.

A veces, a media noche, se sube a mi cama y se me pega como una garrapata a la espalda peleando conmigo por la almohada o se echa a mis pies panza arriba, esperando que le haga cosquillas.

Cuando vamos en el carro, quiere ir guindando de la ventana y asumir la pose de Leonardo Di Carpio en la película "Titanic" cuando dice "Soy el Rey del Universo".

En mi casa toda la vida ha habido perros, pero este es especial, tal vez por ser el más pequeño (los anteriores eran pastores alemanes) o por su condición de faldero, que no me desampara ni a sol ni sombra, no me pierde pisada en ningún momento. O tal vez porque me mira con cara de inocente (casi como el gato con botas de Shrek) y saluda, se sienta y se echa casi todo al mismo tiempo para que le de un pedazo de pan o galletas perrunas.

Todas las mañanas cuando estoy lista para salir a trabajar, me trae su tigre de peluche y hace que lo persiga por toda la casa para quitarle el juguete...

La verdad es que disfruto mucho de mi mascota, aunque a veces los fines de semana se suba a la cama a las 6:30 de la mañana para que lo saque a pasear y satisfacer sus necesidades fisiológicas, lo cual es un gran alivio, porque nunca tengo que limpiar nada que haya dejado por allí, además, como es un poodle, no muda el pelo, sólo me encuentro con un rollito de vez en cuando por allí.

Chester es un perrito muy circunspecto, obediente e independiente, es en fin, mi querida mascota...